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jueves, 13 de febrero de 2014

Steampunk


¿Y si la revolución industrial hubiese seguido otro camino? ¿Y si las leyes de la naturaleza fueran diferentes? ¿Y si todo fuera posible? Esa es la premisa de Steampunk, el cómic creado por el guionista Joe Kelly y el dibujante Chris Bachalo en el año 2000. Ambientado en una Inglaterra victoriana caótica, Steampunk narra las aventura de Cole Blaquesmith, un hombre cuya vida alimenta un horno alojado en su pecho y que se verá inmiscuido en una revolución contra el poder.

El tebeo, que comento número a número en El Bajo de los Comics, es un derroche de imaginación que bebe de muchos referentes, desde el impresionismo hasta el Barroco, pasando por el terror de Edgar Allan Poe o el Frankenstein de Mary Shelley. Además, bebe de la tradición superheroica y presenta una puesta al día de la idea del héroe posmoderno. Es, como digo, un pequeño caos de conceptos que solo dos grandes como Kelly y Bachalo podrían entrelazar.

Dividida en dos arcos argumentales, Steampunk presenta una trama a la que le cuesta un poco arrancar pero que va aumentando el ritmo. Uno de los elementos clave en la historia es la administración de la información que realiza Kelly y que va marcando el ritmo a través de unos guiones muy visuales y llenos de imágenes y momentos alegóricos muy sugerentes. 


La historia se construye a través de personajes complejos que van ganando profundidad conforme avanza la trama y que, número tras número, ganan en matices (hasta crear a algunos personajes realmente inspiradores y memorables, como Fausto). De hecho, es durante los momentos de ritmo menos elevado donde Kelly aprovecha para perfilar los grandes rasgos de la historia, que nunca deja su continuo proceso de definición. 

Por su parte, Chris Bachalo presenta el estilo barroco que se ha convertido en su marca personal, con unas puestas en escena recargadas hasta el extremo que, en ocasiones, generarán confusión. Pese a esto, se trata de un dibujo muy dinámico y con mucha experimentación en el terreno de lo narrativo, que hará las delicias de los más críticos. 

El dibujante, más conocido por sus actuales trabajos en Marvel, presenta en sus composiciones un aparente caos, pasando de las páginas más diáfanas a las más recargadas sin que la narración pierda ni un ápice de elegancia o coherencia.


Lo único que se le puede echar en cara a Bachalo es su falta de continuidad, y es que en ocasiones parecen dos dibujantes diferentes los que realizan la serie, uno optimista que quiere hacer un gran producto, y otro que parece querer, simplemente, salir del paso. Es el primero quien realiza planos rebuscados y complejos que atraviesan composiciones fluidas y dinámicas a través de una gran variedad de técnicas, apoyándose a la perfección en el guión de Kelly y ayudando a profundizar tanto en los personajes, a los que marca de una manera característica, como en los entornos y situaciones del tebeo. 

La colección se ve apoyada por las tintas de Richard Friend, quien se muestra constante ante los lápices de Bachalo, y gana enteros capítulo tras capítulo con los tres coloristas que se suceden durante los trece números de la serie. Desde los brillantes colores de Bad@ss hasta la cuidada cohesión interna de Studio F, pasando por los tonos apagados de de James Rochelle, se trata de un buen trabajo que solo se ve lastrado por decisiones puntuales que no afean en absoluto el trabajo del dibujante. 

Se trata de una serie casi redonda en la que solo fallan dos cosas: uno, el final, poco logrado, que podría haber supuesto el cierre de un círculo perfecto pero que se queda en garabarto. Y dos, que aún no haya una edición de lujo a su altura.

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