Este mes ha comenzado a publicarse en España “Before Watchemen”, la tan poco esperada precuela de la, para algunos, mejor novela gráfica de la historia del cómic (la entrada contiene spoilers).
Decir que Watchmen es el tebeo más importante de la historia sería dejar de lado a aquellos cómics que, a mediados del siglo pasado, crearon una industria casi de la nada, pero no es descabellado asegurar que es, de lejos, el más destacado. ¿Y por qué? Principalmente porque, en los años 80’, el mundo del cómic vivía una etapa de madurez que estaba revitalizando a las grandes compañías, con historias cada vez más adultas (una lástima que, en algunos casos, se confundiera –y se siga confundiendo- “adulto” con “sexo, violencia y palabrotas”) contadas por autores cansados del mainstream americano de siempre e influenciados por otras tendencias europeas. Autores como Eisner, Steranko, Moebius o Corben abrieron la puerta a otro tipo de cómic, y un puñado de guionistas supieron estar a la altura de los tiempos cambiantes.
Neil Gaiman, Art Spiegelman, Frank Miller… los lectores de tebeos ya no querían lo de siempre: habían crecido, y necesitaban algo que se ajustara a sus nuevos gustos. Aquellos que ahora leían y escribían cómics ya no eran los hijos de la bomba atómica ni los de la guerra fría, sino los padres de la Generación X. Algo estaba cambiando en el mundo, y Alan Moore supo hacerse eco de ello.
No voy a comentar Watchmen, pues hay mil páginas donde podréis encontrar análisis concienzudos sobre la obra. Dedicaré el espacio que queda, tras el salto, a su precuela: Antes de Watchmen.