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miércoles, 13 de marzo de 2013

Ir al Cine


Hace unas semanas fui al cine a ver Mamá, la película de miedo que comenté el otro día en una entrada, y el mayor susto que obtuve fue el de la taquilla: 7,20 euros, una bestialidad que no podía disminuir con descuentos 'jóvenes' por ser domingo, y parece ser que tuve suerte, porque había carteles anunciando que las películas de Warner, por motivos sin especificar, eran más caras. Ya ni hablar de las películas en 3 dimensiones, que parecen cobrar impuestos por dimensión... (Eso es otra: ¿a qué viene el sobrecoste de las tres dimensiones si, probablemente, esos sobrecostes ya se paliaron con la recaudación de Avatar?).

Me recordé a mí mismo hace unos años cuando, mis abuelos y mis padres,  al darme 20 duros, me decían que ellos, con una peseta, se iban al cine, comían palomitas y les sobraba para la hucha. Sí, para eso ha quedado el cine: para recordar cómo nuestros abuelos recordaban lo barato que era antes. Tiempo plus-cuam-pretérito.

El caso es que vi la película con el bolsillo aligerado y la necesidad de hacer algún comentario al respecto para hablar de esta industria que se autoproclama 'en decadencia' y que no deja de amasar dinero a costa de los consumidores. Vayamos por partes:

La industria del entretenimiento, que crece cada año como la espuma, lleva décadas (desde que murió el Beta, más o menos) diciendo que se muere, que la estocada final llegará en cualquier momento y que los malvados piratas del ciberespacio (ahora abanderados por Kim Dotcom y su cuadrilla de secuaces) se quieren llevar a sus princesas muy muy lejos y no hay ningún héroe que pueda impedirlo. 

En la imagen, cortesía del FBI, Kim Dotcom liderando a los piratas
Para impedirlo, la industria de la Cultura, que es muy sabia, sube los precios y promueve leyes que que no discriminan entre piratas y consumidores, poniendo a todo el mundo al mismo nivel. Además, por si acaso, a los que aún aguantan (aguantamos) el chaparrón dentro de los límites de la 'legalidad' (así, entre comillas), les ponen anuncios, subtítulos (cuando los hay) mal editados o sonido pobre, entre un sinfín de otras características que harían descender a los infiernos al chef Ramsey si se tratara de una cocina.

Todo en pos de mantener el control de algo que, durante mucho tiempo, les ha dado unos beneficios desorbitados, con precios inflados hasta lo insospechable, y que escapó de sus manos el día que el primer "Hola Mundo" se mandó por internet.

Pero no nos engañemos: la culpa del desfallecimiento de la industria del cine (si es que existe ese desfallecimiento porque, probablemente, sea un problema de la industria de las taquillas, no del cine) es de sí misma, no de la piratería. 

El precio medio de la entrada de cine en España en 2009, según Facua, era de 7,02 euros (en 2D, días laborales). En 2013, ese precio subió hasta 7,40 euros, según e-cartelera. Así, acumulación tras acumulación,  el precio del cine ha subido un 48% en los últimos 8 años (según LaVanguardia en septiembre de 2012). Y esto, ¿cómo se come? 

Rubén Romero, en El Confidencial, propone una serie de ideas para salvar al cine español basadas en mantener un nivel de producción y un calendario de estrenos razonables sin centrarse en la taquilla, bajando los precios, redistribuyendo los beneficios y llegando a más público. Unas ideas muy interesantes que, en casos puntuales como el de la Filmoteca Regional de Murcia, que llena casi todos los días a 2,50 euros, demuestran cómo la gente sigue prefiriendo la butaca del cine a la comodidad del hogar pero, visto el panorama actual, quedan muy lejos de la realidad política global de hoy en día. 


"La comodidad del hogar", esa es otra: ¿por qué ir al cine si ya te has gastado cientos de euros en un 'cine en casa' (home cinema)? Un cine en casa que, por cierto, se han encargado de venderte las propias compañías que se quejan de que no vas al cine. Así, mientras no se aclaran, siguen subiendo los precios de las entradas, los precios de los deuvedés, los precios del merchandising y los precios de lo que se les ocurra. Lo importante es que el precio suba, no importa de lo que sea .Aun recuerdo una noticia que salió hace no mucho en la que la bombilla encendida de turno hizo que a un editor se le ocurriera hacer una versión de un libro electrónico 'en tapa dura' y ponerla más cara (o poner directametne el libro electrónico más caro que el libro impreso, otra gran idea) . Entonces, ¿qué hacer? 

Compra un proyector

Actualmente, existen muchísimas alternativas legales al cine de coste reducido, y no, no me refiero a las descargas: hoy en día, en la biblioteca de tu barrio puedes obtener casi cualquier película o serie, los kioscos venden películas a precios que hace unos años habrían sido impensables y las tiendas de segunda mano amontonan deuvedés  y blurráis a precios ridículos y, por lo general, bien cuidados.

A esto le puedes añadir un tele enorme, o un proyector. Mi recomendación es el proyector (bueno, mi recomendación es una tele mediana y un proyector, pero el dinero no cae del cielo). Los chicos de Xataka hicieron una interesante guía para comprar un proyector, por si alguno de vosotros ya está convencido. A los que no, os sigo dando datos:


El precio medio de un proyector HD (barato) oscila los 300 euros. Sí, los hay más baratos, y los hay más caros. Si buscáis, encontraréis proyectores en alta definición por 200 euros, pero también los encontraréis por 1.200 o mas. Por un precio que ronde los 300 euros podréis comprar un proyector que HD que ofrezca un buen rendimiento. Pongamos que este supuesto proyector tiene una lámpara que dura 5.000 horas (muy poco, teniendo en cuenta que hay lámparas de larga duración que alcanzan las 50.000 horas).

Si el precio medio de un proyector 'decente' es de 300 euros y el precio medio del cine en España es de 7,40 euros, nos da un total de 41 películas que ver en el chisme electrónico para amortizarlo. 

Teniendo en cuenta que la duración media de una película es de 2 horas, pasaríamos 82 horas viendo cine antes de amortizar por completo el proyector. Así, dando por hecho que la vida de la lámpara es de 5.000 horas, nos dejaría 4.918 horas para seguir disfrutando del proyector con lo que queramos, como jugar a videojuegos, ver más películas, series, videos, las fotos del último viaje con la familia o lo que nos de la gana. 

Todos estos datos, por supuesto, suponiendo que vayas al cine solo. Si cuentas con ver el cine en pareja o con amigos, el ahorro se multiplica. 

Yo compré un proyector hace 5 años y os aseguro que es la mejor inversión que he hecho nunca (si os dedicáis a invertir en bolsa, probablemente hagáis inversiones más rentables a lo largo de vuestra jornada laboral, pero para los que nos gusta el cine, esta es la mejor). Y no, no he dejado de ir al cine. Eso sí, ahora soy más exigente con las películas que veo en la butaca. 

Si aún no os he convencido, por favor, pensad por un momento en ver Breaking Bad o Juego de Tronos en 90 pulgadas. 

Y vosotros, ¿qué preferís? ¿Proyector para ponerlo en cualquier sitio, tele grande, o la experiencia del cine?

¿Es el cine (físico) el gran perjudicado de las disputas entre los usuarios y las grandes distribuidoras o es parte del engranaje que está 'matando' a la industria del cine?

¿Muere la Industria del Cine o mueren los modelos de distribución?

1 comentario:

  1. Es acojonante lo que está pasando con el cine, y con la cultura en general.
    Lo de la piratería en internet es la escusa perfecta para poder sacarnos los cuartos.
    Se me viene a la cabeza un pasaje de nuestra historia reciente. A finales de los ochenta la piratería de videojuegos de ordenador en España se estaba cargando el mercado, ¿qué hizo Erbe? (la gran distribuidora de software en nuestro país por aquellas fechas), ni más ni menos que bajar los precios, de casi 3000 pesetas a 800. Consecuencia, un rotundo éxito, se vendieron juegos a espuertas y la industria se salvó.
    Fue una decisión arriesgada pero coherente.
    Por cierto, donde esté la magia de ver una película en cine, que se quite todo lo demás... Pero no a esos precios.

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