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jueves, 27 de diciembre de 2012

«El hobbit: Un viaje inesperado»





¡Peter Jackson lo ha vuelto a conseguir! «El Hobbit: Un viaje inesperado» no ha sido ninguna sorpresa “inesperada” a nivel cinematográfico. Lejos de eso, ha sido bastante continuista con respecto a los último trabajos firmados por el director neozelandés. Ahora bien, ¿es esto bueno o es malo?

Veamos... Estamos en diciembre del año 2001, voy con un grupo de amigos a ver la primera entrega de la primera trilogía en la historia del cine en ser rodada al completo antes de estrenarse ninguna de sus partes. Un proyecto titánico (con permiso de «Titanic»), vaya. Lo que sentí esa tarde de Navidad fue una de esas experiencias inolvidables en la vida que me recuerdan por qué amo tanto el Séptimo Arte. Una banda sonora memorable, una ambientación sublime, un ritmo casi perfecto en sus 3 horas de duración, unos personajes carismáticos (con Gandalf el Gris llevándose la palma) y un prólogo... ¡Qué decir de su prólogo! Una pequeña obra de arte en sí mismo que confieso revisar de tanto en tanto en YouTube porque es toda una fuente de inspiración, una carta de amor a los cuentos para dormir.

Sí, «El señor de los anillos: La comunidad del anillo» me enamoró. Fue la niña de mis ojos durante una larga temporada. Ella no lo sabe, pero aunque acudí al cine en las siguientes dos navidades a ver a sus hermanas mayores, la memoria de mi primera vez con ella me impedía concentrarme en pleno clímax fílmico. Supongo que me robó el corazón de tal manera que el solo recuerdo del disfrute que me provocó se convirtió en mito para mí y ya ninguna otra podría destronarla. De hecho, cuando, años después, la volví a ver tras ser intervenida por el cirujano plástico, con más metraje, más escenas, más épica, etc., incluso con ese extra de artificio que ya no le permitía ser del todo aquella hermosa y refrescante película que conocí años antes, aún podía sentir un “je ne sais quoi” por ella. “Quien tuvo, retuvo”, que diría el refranero popular.


Después de esta pequeña y sonrojante confesión, quizá os haya confundido un poco llevándoos a la conclusión de que Peter Jackson, con «Un viaje inesperado», me ha hecho sentir lo mismo que, hace más de una década, consiguió con «La comunidad del anillo». No podría estar más desencaminada la cosa...

Cuando se confirmó la producción de la adaptación de «El hobbit» (después de muchos años de “tira y afloja”), me inundó de alegría el corazón, pues, en su estructura, la primera obra publicada de Tolkien guarda mucho parecido con «La comunidad del anillo». Es esa narración de viaje iniciático a lo desconocido (siempre desde los ojos de un hobbit que nunca ha salido de su pequeño mundo), a la aventura, pasando por localizaciones de todo tipo, el aspecto que más me gustaba de «La comunidad del anillo» (y de «El hobbit», como novela). Es por eso que el proyecto de Jackson de rodar «El hobbit» en dos entregas tenía todas las papeletas de gustarme más que «Las dos torres» y «El retorno del rey».

Tenía todos los ingredientes, sí, pero una vez comenzado el proyecto, después de toda la planificación que conlleva, como los “brain-stomings” sobre el guión (“¿hasta dónde abarcamos en la primera película?”), tras tenerlo todo muy avanzado, a Jackson le pudo, o bien la codicia, o bien el “fan” que lleva dentro que no descansará en paz si no puede mostrar en imágenes en movimiento todo lo que pueda de la obra de Tolkien. Es por eso que, al decidir a última hora pasar el proyecto de dos a tres películas basándose prácticamente en el mismo material ya rodado, estos ingredientes que tanto me gustaban han quedado desperdigados, estirados hasta el desconcierto. ¿A alguien le gustaría comerse una pizza de tamaño familiar con la misma poca cantidad de ingredientes que le echaría a una individual? Por mucho tomate frito que untes sobre la base, no vas a conseguir disfrazar el hecho de que faltan ingredientes; más bien, vas a obtener el efecto contrario: la pizza te va a saber prácticamente a tomate frito.


Hecho este símil culinario (que a más de uno habrá abierto el apetito), paso a comentar más detenidamente aspectos de la película. Aviso de antemano que no la considero una mala película, pero sí bastante mejorable.



Hasta aquí la reseña original. A partir de ahora viene la reseña “edición mega-extendida”, así que aviso del contenido de SPOILERS A CHOLÓN



Menos es más


El principal y mayor problema de la película es esa estirada de escenas que ha sufrido por el empeño de Jackson de que dure casi 3 horas como las de «El señor de los anillos». Es más, dura lo que dura (unas 2 horas y 45 minutos) y no 3 horas gracias a que últimamente está de moda proyectar en EE.UU. todos los “blockbusters” en formato IMAX, el cual, debido a limitaciones técnicas, no puede exceder esa duración. «Un viaje inesperado», cuando inicialmente iba a formar parte de una duología, iba a contar, bajo esa misma duración máxima, un 50% más de acontecimientos. ¿Cómo conseguimos pues, alcanzar la misma duración contando un tercio menos en lo que a desarrollo de acontecimientos se refiere? Fácil. Coges todas las escenas irrelevantes para el avance de la historia, todas esos pequeños detalles y guiños que de antemano rodaste pensando en que los añadirías en la pertinente “edición extendida”, e incluso los que rodaste por rodar, pues sabías que no se incluirían ni en dicha edición, y los incluyes en la versión de cine.

Pero, ¿realmente es esto tan malo? Si eres un “fan” obsesivo de Tolkien y su obra, seguramente le perdones cualquier aspecto crítico al ser complacido por tantas referencias incluidas en la película, pero, intentando ser más objetivo, desde un punto de vista formal, tanto metraje para contar lo que cuenta perjudica a la película, matando su ritmo. Como escenas y secuencias autónomas, funcionan muy bien, pero no rinden bien como conjunto.


Aquí Jackson tendría que haberle echado narices y habernos brindado un corte de 2 horas y pocos minutos, como máximo, para la versión destinada a cines. Es una saga distinta a «El señor de los anillos», por lo que no es obligatorio darle el mismo tratamiento. Si, para colmo, estamos ante un libro que no busca tanta épica (aunque la llega a tener), contando una historia menor, pues el deber del director es trasladar ese mismo tono en algo tan básico como su duración. 6 horas de metraje, repartidas en tres películas, para «El hobbit» frente a las más de 9 horas totales de «El señor de los anillos» habrían reflejado la escala de ambas, su magnitud, cuál es la que cuenta la historia más crucial para el futuro de la Tierra Media.


Saber narrar


Por otro lado, la película sufre el mismo problema, pero a la inversa, que «El retorno del rey»: si en la que se llevó 11 Oscars de la Academia teníamos demasiados finales, en esta tenemos demasiadas introducciones. De hecho, el prólogo, lejos de ser como el de «La comunidad del anillo» (más evocador y sugestivo gracias a planos que hacían las veces de ilustraciones), resulta ser una narración casi en primera persona de Thorin Escudo de Roble.

Esto crea varios inconvenientes: por un lado, nos muestra demasiado a Balin y a Thorin antes de su “inesperada” presentación  en Bolsón Cerrado, donde se pierde cualquier impacto al conocer al heredero de Ereborn. ¿Quién no se esperaba su aparición tras la puerta cuando, estando ya Gandalf y todos los enanos en casa de Bilbo, aseguraban que faltaba uno? Contar eso de antemano es matar la presentación del personaje (que realmente se produce en Bolsón Cerrado). ¿Necesitó "Trancos" una presentación de antemano en «La comunidad del anillo»? Por otro lado, al mostrar tan de cerca lo sucedido, con tanto detalle, tan en primera persona (aunque lo esté narrando un anciano Bilbo) , pierde esa sensación de gran historia. ¿Acaso no fueron suficientes, en 1977, las palabras de un retirado (y exiliado) Obi-wan Kenobi sobre quién fue el padre de Luke, el gran héroe que llegó a ser y cómo lucharon juntos en las Guerras Clon (motivo de debate entre los “fans” durante décadas)? ¿Acaso algo tan simple como esas pocas líneas de diálogo no excitaban nuestra mente e imaginación con la suficiente fuerza?


Es por eso que, bajo mi punto de vista, el prólogo ofrecido en «Un viaje inesperado» debería haberse divido en dos partes: por un lado, ofrecernos en esta primera entrega sólo unas imágenes vagas, lejanas e idealizadas de cómo era Ereborn y cómo fue atacada por el dragón Smaug (al cual, acertadamente, no vemos aún) y reservar para el comienzo de la segunda parte, «La desolación de Smaug», la narración del prólogo dedicada a cómo lo vivieron en sus carnes Thorin y Balin, pues para entonces ya los conoceríamos y esto serviría para profundizar en ellos y comprender hasta qué punto pueden sentir la pérdida de su hogar. Esto es algo que ya hizo el propio Jackson en «El retorno del rey» con el origen de Gollum, y que está más que comprobada su eficacia en series de televisión, donde el “flashback” supone una potente herramienta para encariñarte con un personaje o, simplemente, entender mejor su forma de ser y a qué se debe.


Se aceptan los cambios, pero que tengan chicha


Como ya se sabía, Jackson ha aprovechado el material extra de los apéndices para darle más empaque a su nueva trilogía y así enlazar las dos, tanto relacionando sus historias como subiendo el tono épico de «El hobbit» (equiparándolo así al de «El señor de los anillos»). Uno de estos añadidos que vemos en «Un viaje inesperado» es el Concilio Blanco o, al menos, una de sus reuniones. No es que sea mala idea integrarlo en la historia, pero darle tantos minutos a toda esta subtrama cuando apenas se desarrolla en esta entrega, la perjudica. A diferencia del Concilio de Elrond en «La comunidad del anillo», donde se discutía cómo continuar con la historia (qué hacer con el Anillo Único), en este sólo se habla de corazonadas para, al final, después de una discusión insustancial entre magos, aportar pruebas tangibles sobre más corazonadas. Si toda esta parte hubiera sido aligerada pensando en el total de la película, funcionaría mejor. Como dije antes, por sí sola, es buena, pero hay que tener siempre en mente la obra completa de más de 2 horas y media de duración, y cómo se ve afectada.

Otra novedad con respecto al libro es la inclusión de un enemigo declarado de Thorin Escudo de Roble. Se trata del orco Azog, un personaje que en los libros murió precisamente en la batalla que rememora Balin en la película y en la que, en esta ocasión, sólo pierde un brazo a manos del heredero de Ereborn. Lo que en un principio parece una buena idea, puesto que en el libro no recuerdo que hubiera un enemigo definido a lo largo de la historia, acaba siendo mal llevada. Jackson ha intentado repetir lo que le funcionó en «La comunidad del anillo» con el jefe de los uruk-hai (que también era una invención para darle más sustancia a ese tramo de la película). Lo que no ha parecido comprender es que aquel funcionaba porque era un simple esbirro de Saruman con una apariencia imponente y aterradora, cuya única determinación (y función en la historia) era servir a su señor capturando a los medianos.


 Este Azog va apareciendo por aquí y allá a lo largo de la cinta (del mismo modo que lo haría un supuesto enemigo importante), para cerrar la misma en un enfrentamiento directo con nuestros héroes. Todo esto estaría bien si el personaje no fuera tan unidimensional y no basase todas sus intervenciones en gritar “¡traedme al asqueroso enano!” y similares. Un villano tiene que demostrar realmente que lo es, no limitarse a aparentarlo. Jackson debería haber alterado un poco más si cabe esta subtrama haciendo que el grupo de enanos, junto a Bilbo, tuviese un enfrentamiento directo con Azog en el primer tercio de película, donde escapasen de él y lo malhiriesen de alguna manera (como lo del antebrazo amputado), de modo que sus motivaciones por darles alcance durante tantos días y kilómetros tuviese una justificación más reciente y fuerte, que fuese estuviese más basada en la ira (y eso sin contar que, en lugar de Azog, debería haber sido su hijo Bolgo, pues quería vengar la muerte de su padre a manos de los enanos en el libro). Este es, de lejos, el aspecto más flojo de todo el guión.

Siendo más puntilloso, si cabe, vuelvo a lo de "contar las cosas mal", y es que a Azog lo conocemos a través de un “flashback” narrado por Balin sobre una batalla frente a las puertas de Moria. Bien, sabemos cómo es físicamente, luego, ¿por qué demonios, cuando su esbirro acude a él en la Cima de los Vientos, y está de espaldas con el torso desnudo (dejando ver claramente su albinismo), se gira acompañado de una fuerte melodía de “revelación del malo maloso”? ¿Qué clase de revelación de identidad es aquella en la que sabemos quién es la persona antes de que se gire y ser mostrada? Incluso si se hubieran molestado en ocultarlo bajo una túnica (para darle sentido al “giro revelador”), igualmente habríamos adivinado que era él, pues tiene a su lado a su mascota gigante que, no por coincidencia, es tan albina como su amo.

Es esa clase de detalle típico de Peter Jackson que nunca he soportado en sus películas. Parece que no tenga criterio alguno a la hora de añadir situaciones, como si tuviera que plasmar “sí o sí” cualquier ocurrencia que se le haya metido entre ceja y ceja, sin importar si tiene o no sentido dentro del contexto de la historia.


Obsesión por la “roller-coasterización”: Port Aventura en la Tierra Media


Prometo que esto es lo último que comento de la película (al final estoy pecando de lo mismo que Jackson alargando esta reseña hasta la extenuación), pero no podía dejarlo fuera.

Resulta que la génesis de este fetichismo por las escenas de acción coreografiadas con el entorno (usándolo como un elemento más), comenzó de una manera bastante más tímida en «La comunidad del anillo». Me refiero a la escena de la huida a través de las entrañas de Khazad-dum (Moria), donde la Compañía del Anillo tenía que enfrentarse a unas escaleras que se desmoronaban y dar, literalmente, un salto de fe. Ahí Jackson debió de ver el filón a algo más grande, pues en su «King Kong» desarrolló más esta clase de secuencia (añadiendo a los peligros arquitectónicos una estampida de descomunales dinosaurios).


En «Un viaje inesperado», el neozelandés riza aún más el rizo, de modo que cada secuencia de acción va acompañada de movimientos físicamente imposibles a través del entorno, y cumpliendo siempre la máxima de “y el más difícil todavía”. Llega hasta tal punto este absurdo que, en el enfrentamiento final contra Azog, ya adivinas que dos de los tres pinos van a caer sobre el más cercano al precipicio y que, por supuesto, dicho precipicio va a ser usado para que los enanos estén a punto de caerse desde él, no sin antes agarrarse "in extremis" a algo casi imposible (¿bastón de Gandalf?) de la manera más inverosímil. Señor Jackson, cuando ud. abusa de esta técnica de “llevarlo todo al límite” lo que consigue al final es precisamente el efecto contrario: uno no siente que los protagonistas estén en verdadero peligro en ningún momento, eliminando toda posible tensión en la escena, pues vas comprobando cómo todo les sale a pedir de boca a pesar de estar siempre en la cuerda floja.

Por supuesto, todo esto es totalmente aplicable a toda la secuencia donde huyen del reino de los trasgos, la cual parece más un videojuego que parte de una película. Por otro lado, la escena de los gigantes de roca, que no suponía más que una línea en el libro, en manos de Jackson, no solamente nos es mostrada mucho más de cerca (comprensible dado su impacto visual), sino que estos seres son convertidos, literalmente, en una atracción de feria, con planos en los que sientes un tremendo e indeseado “déjà vu” de Frodo y las escaleras de Khazad-dum. Incluso en una escena tan pequeña y sencilla como la de recogida de platos en la casa de Bilbo, vemos cómo Jackson vuelve a exagerar el momento hasta el límite.



"Apéndices"


No comentaré demasiado otros temas cuestionables como la música que, salvo el tema nuevo, es un refrito de la BSO de «El señor de los anillos» (quizá debido a las desavenencias entre Howard Shore y Jackson durante «King Kong»), la extraña mezcla de un tono jovial (con un humor dirigido a los más pequeños) con momentos algo "perturbadores" (más aptos para un público adulto) o la impresión que tengo de que todo el tema de Azog es un cambio de última hora (últimos meses, vaya), dado el menor nivel de calidad de sus efectos digitales con respecto al resto de la película, tanto por el personaje mismo como por las escenas relacionadas con su subtrama (como la persecución diurna de los huargos con Radagast, digna de hace 10 años). Entre eso y que, posteriormente, he comprobado que no tiene siquiera una mísera figura de acción (cuando la tiene hasta su esbirro, ese al que arroja a los huargos), me hace pensar seriamente en el tema de los cambios imprevistos de última hora...


1 comentario:

  1. Tú ya has visto la versión 2D y 3D, y yo naaaaaadaaaaaaaaaa... ¡¡¡quiero verla!!! (Bueno, ya he leído tu opinión, que es como tener a Peter Jackson en el ordenador :D )

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